Un Gran Paso
- María Fernanda Martínez Valdepeña
- 22 oct 2024
- 3 Min. de lectura
Por: Mafi
Aún recuerdo los primeros días de nuestra separación. Sabía y estaba convencida de que no íbamos a volver, sin embargo, genuinamente creía que el proceso sería sencillo, tomaría su tiempo, pero lo haríamos fácil. Sí, iba a llorar, a extrañarte, a buscarte en las noches entre las sábanas. Iba a rendir honor a lo que un día fuimos.
Un sábado, por stockearte, vi algo que me rompió en mil pedazos. Me acordé de todas esas veces que negaste que no sentías nada por ella. Me acordé de cómo delante de tus amigos me dijiste que solo había sido un follow. Me acordé de cómo te pedí que mi miraras a los ojos y me dijeras la verdad. Me acordé de todo, todo, todo.
Fui corriendo al cuarto de Irina. Abrí la puerta sin pedir permiso y quién sabe qué cara que me vio porque se levantó de un brinco de la cama y fue corriendo hacia mi. Me solté a llorar como nunca lo había hecho, estaba totalmente destruida y lo único que pude decirle a ella fue:
¿Te acuerdas que te dije que Ramón iba ir tras Anna?
Irina no dijo nada, me abrazó tan fuerte que entendía totalmente lo que había pasado. Duramos unos 10 minutos así, no podía controlar el llanto, no me había sentido así nunca.
Estaba herida. Muy.
Acompáñame al patio. Voy a hacer algo.
No me dijo nada, salió al patio mientras yo entraba a mi cuarto a buscar los recuerdos que tenía de nosotros.
Tomé todas las fotos impresas de nosotros, las pocas cartas que me había dado, boletos de conciertos y quién sabe qué tanto más. Salí con un ecendedor y con aceite. Estaba dispuesta a borrarlo de mi vida por completo, a ignorar su existencia a partir de ese momento. No podía borrarlo de mi pasado, era parte de el, pero si tenía el poder de eliminarlo de mi presente.
¿Estás segura de que quieres hacer esto?, ¿no quieres pensarlo?
No, no quiero pensar nada. Quiero sacarlo de mi vida y lo que acabo de ver me duele, me duele muchísimo. Me duele el corazón, me duele el cuerpo, me duele saber lo rápido que fui reemplazada, me duele darme cuenta de lo tonta que fui. ¿Cómo pude creerle?, ¿cómo pude permitir esto, Dios mío? Lo quiero fuera, no quiero nada más de el en mi vida.
Tomé todos esos recuerdos, puse aceite y después pendí fuego y vi cómo todos esos recuerdos se consumían poco a poco.
Las lágrimas no dejaban de salir. Grité muy fuerte y seguía llorando como una pequeña niña de siete años.
Los siguientes 14 días fueron lo mismo. Llorar, gritar, tratar de encontrar algún motivo o justificación hasta que entendí que era hora de darle vuelta a la página.
Lo saqué de mi vida en todos los aspectos. Me amarré los ovarios y asimilé mi nueva realidad.
Hoy, escribo con lágrimas todo esto. Sí, aún hay lágárimas de tristeza pero hay más de felicidad por haber dado un paso así de grande. Por haberme puesto a mi primero y sobre todo, escribo con mucho agradecimiento.
Gracias, R, porque si no hubieras tenido esa acción, yo, muy probablemente seguiría manteniendo contacto contigo. Hubiera estado como Yuliana, escribiéndote hasta que encontraras a alguien. Gracias, hiciste todo más sencillo.
Gracias, Mafi, por escucharte y serte fiel a ti misma.
Gracias, Itza y Fer por no soltarme, por escucharme, aconsejarme y no dejarme sola.
Gracias, David, por haberme prestado dinero para pagarle.
Gracias, Marty, por también haberme escuchado.
Gracias, Moni, por darme ánimos cuando menos podía.
Gracias, mamá y papá por estar a mi lado.
Gracias, Anna, por haber ido a esa fiesta de fin de año, qué bueno que coincidimos en ese lugar.
Comments