Tres americanos, un espresso y un macchiato.
- María Fernanda Martínez Valdepeña
- 8 ago 2024
- 2 Min. de lectura
Por: María Martínez
El día había amanecido nublado, se podía apreciar desde la ventana.
Me encontraba envuelta entre sábadas blancas y estaba desnuda.
-¿Te vas ya?-, dijo-
-Es tarde, amor, tengo que arreglarme e irme a mi cita-, dije mientras me acercaba a darle un beso de buenos días.
-Son las seis de la mañana. ¿Tu cita no es hasta las ocho?-, dijo.
-Sí, pero tengo que irme a bañar y ponerme bonita-.
-Amor, ya eres bonita y puedes bañarte aquí. ¿Lo sabes, verdad?-, dijo mientras se acomodaba. También estaba desnudo.
Me acerqué a el provocativamente. Me puse sobre su resago y pude sentir inmediatamente su erección matutina.
-Mariana, amor, hagamos algo. Quédate un rato más, aquí tienes dos blusas que dejaste hace unas semanas, ponte el mismo pantalón, te llevo a la cita y de ahí vamos por un café y por un pan francés-, mientras decía todo esto, me daba pequeños besitos sobre los labios, mejillas o en mi frente.
-¿Tu invitas?-, dije muy convenenciera.
Rió tan gracioso como solo el sabía hacerlo.
-Si, amor, yo invito-.
Volví a la posición en la que había despertado. Bajo las sábanas, con mi pierna sobre la de él, nada más que ahora estaba haciendo pequeños círculos sobre su pecho.
Se puso sobre mi en cuestión de segundos, comenzó a besarme los pechos, tan delicioso como solo el sabía hacerlo. Levantó mis brazos, y metió uno de sus dedos...
Solté un gemido de placer.
-Mierda, Mariana, qué mojadita estás. ¿Te despertaste cachonda, mi amor?-, jadeaba.
-Cállate-, respondí.
Hinundamos el cuarto con gemindos, hicimos el amor dos veces esa mañana.
Después de mi cita con el oftalmólogo, me llevó a mi cafetería favorita, pedí dos americanos, el nada más uno. Desayunamos pan fracés y chilaquiles rojos y cerramos con un espresso y un macchiato.
-¿Sabes que te amo muchísimo, Matías?-, dije mientras me acercaba a el para besarlo suavemente en los labios.
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