La voz del otro lado de la línea
- María Fernanda Martínez Valdepeña
- 23 may 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 jun 2021
Escrito por: María Martínez
Estoy recostada en mi cama, veo al techo, escucho música de fondo. Mi celular comienza a vibrar, una llamada está entrando, ¡no quiero contestar! Estoy demasiado relajada para escuchar a mi papá contarme sobre su fin de semana.
Tomó mi teléfono sin ganas, no debo ser así. Veo la pantalla, no es mi papá… Es él.
El corazón comienza a latirme al mil por hora, escuchar su voz siempre provoca un recorrido eléctrico en mi cuerpo.
Hello, ¿quién habla? - digo en tono burlesco.
Por Dios, María, sabes perfecto quién soy- contesta él, como siempre su voz es demasiado sexy.
Yo sé, Jacobo. ¡Es que nunca puedo bromear contigo! Qué desesperación - sigo siendo burlona.
María, te he dicho mil veces que conmigo el sarcasmo y la burla no va, ¡no lo entiendo! Conmigo… - interrumpo para terminar la frase-
Sí, contigo eso no va, tengo que hablarte claro siempre - termino.
Ya, pero no te enojes, no lo digo para que te sientas mal - puedo escuchar su tono de voz preocupado, como si estuviera con él, en su lado de la línea.
Conocí a Jacobo hace un par de meses en una fiesta por una amiga que tenemos en común. La verdad es que en un principio lo detesté y lo juzgué. No me importó no conocerlo, era detestable.
¡Qué mala soy a veces! ¿Quién se creía para ser tan guapo? ¿Quién se creía para generar esas emociones en mí al momento de conocerlo? ¿Quién se creía para hacer latir mi corazón? ¿Quién se creía para atreverse a cruzar miradas coquetas conmigo?
De un momento a otro, Jacobo y yo comenzamos a hablar por mensajes de texto y a marcarnos por teléfono entre dos y tres veces a la semana para contarnos sobre nuestras vidas, amores fallidos, trabajo, roomies, fiestas, de todo… hablábamos de todo y sin filtros.
A veces extraño eso.
¿Y por qué por teléfono y no en persona? Bueno, porque Jacobo vive a unos dos mil kilómetros de distancia...
Así estuvimos por varios meses, hasta que un día por fin pudimos vernos en persona para hablar de todo lo que conlleva ser adulto y tener responsabilidades.
En persona o por llamada, Jacobo y yo podemos hablar de todo.
En persona o por llamada, cada vez que escucho su voz me late el corazón.
En persona o por llamada, estoy segura de que me gusta.
En persona o por llamada, siento su sonrisa cuando digo algo chistoso.
En persona o por llamada, puedo llorar con él sin sentir pena.
En persona o por llamada, sé que te quiero.
Y así...podría seguir con esta interminable lista.
No puedo decirle lo que siento porque al final, Jacobo, siempre será la voz del otro lado de la línea… a dos mil kilómetros de distancia.
Sigo recostada en la cama, riendo a carcajadas por escucharlo contando cómo salió de fiesta con sus amigos y te gastó todo el dinero, que fue a la lavandería y olvidóla ropa en casa, hasta que… habla de una chica nueva en su vida.
Me duele el corazón.
Siento como se rompe.
Me pregunto, ¿por qué no podemos vivir en la misma ciudad?
¡Vaya! Qué felicidad, Jacobo, ¿crees que sea la indicada? ¿Cómo te sientes? - le digo.
Me siento contento, Mari. - dice.
Bueno, es lo que importa. Deseo que todo salga bien con ella, lo mereces, mereces a una mujer que te quiera mucho, mucho.
Y tú también mereces a un hombre que te quiera y te ame.
Nos quedamos en silencio, solo se escuchan las respiraciones, otra vez está sucediendo. El silencio entre los dos, que dice todo y nada. Que grita los sentimientos de cada uno, pero aparecen de nuevo… aparecen esos dos mil kilómetros.
Es la voz del otra lado de la línea.
Dormiré, María.
También yo, Jacobo.
¡Te quiero!

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